PROPUESTA ÉTICA PARA
QUE EL SER HUMANO CAMINE HACIA LA FELICIDAD
Por: Brígida López Forero
Hace dos semanas me hallaba en clase de Ética y debí exponer acerca de la moral, luego salí
del salón de clase con rumbo al Carmen de Chucuri, con una pregunta en mi mente:
redactar “una propuesta ética para que el ser humano camine hacia la
felicidad”. Al llegar a mi hogar rondaba por todas partes este interrogante,
debí entonces sentarme a reflexionar hasta que luego de cuatro días he vuelto a
mi vida normal y durante este tiempo apenas he tenido un momento para pensar
tranquilamente sobre lo que viví en ese fin de semana, en especial cuando
exponía apoyada de una serie de diapositivas que tiempo atrás habíamos debatido
y organizado.
Voy a tratar de
explicarlo un poco más porque quedaría demasiado simple. En aquella clase
considere y pude comprobar que hay gente genuinamente feliz, algunos
extremadamente felices e incluso hasta incómodamente felices. El placer no estaba allí o tal vez se hallaba escondido y no lo percibí, tal vez
estaba atareado acaparando a la amígdala queriéndola arrastrar desde su
neurobarca que sutilmente mostraba una pancarta que decía “¿Hacia la felicidad…Juaa
Juaaaa !!!. Pero la envidia paso en su
neurobarca y como siempre solo grito esas
palabras a los cuatro vientos: “No se
puede ser tan feliz siempre, creerlo puede ser solo una pose de figurín”. Sin embargo, creo que lo que he descubierto
tras esta clase que hablaba de la moral y de felicidad fue que cada cual vive la
felicidad a su manera, bajo sus convicciones, bajo sus motivaciones intrínsecas,
es decir; como aquella conducta que se lleva de manera frecuente sin ningún
tipo de exigencia externa, es todo lo inherente a nuestra persona, tal vez sería
una opción para lanzarnos en el proyecto de alcanzar la felicidad día a día,
como una misión y una visión que no ha de cambiarse porque se halla enmarcada tras
la identidad de lo se persigue internamente pues la motivación intrínseca se
encarga de darle importancia a las necesidades, gustos, aptitudes y metas de nosotros
como seres humanos, por ello considero que vale decir que no hay una definición
universal de felicidad, aunque sí hay gente más o menos proclive a ser feliz.
Ahora por otro lado, considero que la felicidad no se puede
imponer, cada uno de los que nos hallábamos allí en aquella clase estaba
interesado en salir airoso en su exposición y estaba delineando sus
conceptos desde un aspecto diferente de
su vida, debido a que cada uno es diferente, y al tener las propias necesidades, miedos, pasiones… etc…
es seguro que se puede acordar que es algo simplista pretender que haya una
única definición universal de cómo gobernar nuestras vidas para alcanzar la
felicidad.
Diferentes revisiones empíricas sobre el tema han mostrado
que las personas felices son más sanas física y psicológicamente, afrontan
mejor el estrés e, incluso, viven más tiempo. En el ámbito social, las personas
felices tienen más amigos, están más satisfechos con sus relaciones sociales,
son más cooperativos y están dispuestos a ayudar a otras personas, y además
tienen menos probabilidades de divorciarse.
Todo esto es lo que considero que se halla amparado por una reflexión ética, que conlleva a esa idea de felicidad indiscutiblemente no como un análisis de
emoción subyacente o como sinónimo de estar alegre, sino como una actitud vital
de cada persona, como un estado ideal propio de cada quien en su interioridad
cultural y espiritualidad ética. y debí exponer acerca de la moral, luego salí
del salón de clase con rumbo al Carmen de Chucuri, con una pregunta en mi mente:
redactar “una propuesta ética para que el ser humano camine hacia la
felicidad”. Al llegar a mi hogar rondaba por todas partes este interrogante,
debí entonces sentarme a reflexionar hasta que luego de cuatro días he vuelto a
mi vida normal y durante este tiempo apenas he tenido un momento para pensar
tranquilamente sobre lo que viví en ese fin de semana, en especial cuando
exponía apoyada de una serie de diapositivas que tiempo atrás habíamos debatido
y organizado.
Voy a tratar de
explicarlo un poco más porque quedaría demasiado simple. En aquella clase
considere y pude comprobar que hay gente genuinamente feliz, algunos
extremadamente felices e incluso hasta incómodamente felices. El placer no estaba allí o tal vez se hallaba escondido y no lo percibí, tal vez
estaba atareado acaparando a la amígdala queriéndola arrastrar desde su
neurobarca que sutilmente mostraba una pancarta que decía “¿Hacia la felicidad…Juaa
Juaaaa !!!. Pero la envidia paso en su
neurobarca y como siempre solo grito esas
palabras a los cuatro vientos: “No se
puede ser tan feliz siempre, creerlo puede ser solo una pose de figurín”. Sin embargo, creo que lo que he descubierto
tras esta clase que hablaba de la moral y de felicidad fue que cada cual vive la
felicidad a su manera, bajo sus convicciones, bajo sus motivaciones intrínsecas,
es decir; como aquella conducta que se lleva de manera frecuente sin ningún
tipo de exigencia externa, es todo lo inherente a nuestra persona, tal vez sería
una opción para lanzarnos en el proyecto de alcanzar la felicidad día a día,
como una misión y una visión que no ha de cambiarse porque se halla enmarcada tras
la identidad de lo se persigue internamente pues la motivación intrínseca se
encarga de darle importancia a las necesidades, gustos, aptitudes y metas de nosotros
como seres humanos, por ello considero que vale decir que no hay una definición
universal de felicidad, aunque sí hay gente más o menos proclive a ser feliz.
Ahora por otro lado, considero que la felicidad no se puede
imponer, cada uno de los que nos hallábamos allí en aquella clase estaba
interesado en salir airoso en su exposición y estaba delineando sus
conceptos desde un aspecto diferente de
su vida, debido a que cada uno es diferente, y al tener las propias necesidades, miedos, pasiones… etc…
es seguro que se puede acordar que es algo simplista pretender que haya una
única definición universal de cómo gobernar nuestras vidas para alcanzar la
felicidad.
Diferentes revisiones empíricas sobre el tema han mostrado
que las personas felices son más sanas física y psicológicamente, afrontan
mejor el estrés e, incluso, viven más tiempo. En el ámbito social, las personas
felices tienen más amigos, están más satisfechos con sus relaciones sociales,
son más cooperativos y están dispuestos a ayudar a otras personas, y además
tienen menos probabilidades de divorciarse.
Todo esto es lo que considero que se halla amparado por una reflexión ética, que conlleva a esa idea de felicidad indiscutiblemente no como un análisis de
emoción subyacente o como sinónimo de estar alegre, sino como una actitud vital
de cada persona, como un estado ideal propio de cada quien en su interioridad
cultural y espiritualidad ética.
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