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jueves, 27 de agosto de 2015

PROPUESTA ÉTICA PARA QUE EL SER HUMANO CAMINE HACIA LA FELICIDAD
Por: Brígida López Forero  
   
 
Hace dos semanas me hallaba en clase de Ética  y debí exponer acerca de la moral, luego salí del salón de clase con rumbo al Carmen de Chucuri, con una pregunta en mi mente: redactar “una propuesta ética para que el ser humano camine hacia la felicidad”. Al llegar a mi hogar rondaba por todas partes este interrogante, debí entonces sentarme a reflexionar hasta que luego de cuatro días he vuelto a mi vida normal y durante este tiempo apenas he tenido un momento para pensar tranquilamente sobre lo que viví en ese fin de semana, en especial cuando exponía apoyada de una serie de diapositivas que tiempo atrás habíamos debatido y organizado.     
 Voy a tratar de explicarlo un poco más porque quedaría demasiado simple. En aquella clase considere y pude comprobar que hay gente genuinamente feliz, algunos extremadamente felices e incluso hasta incómodamente felices.  El placer no estaba allí o tal vez  se hallaba escondido y no lo percibí, tal vez estaba atareado acaparando a la amígdala queriéndola arrastrar desde su neurobarca que sutilmente mostraba una pancarta que decía “¿Hacia la felicidad…Juaa Juaaaa !!!.   Pero la envidia paso en su neurobarca  y como siempre solo grito esas palabras a los  cuatro vientos: “No se puede ser tan feliz siempre, creerlo puede ser solo una pose de figurín”.  Sin embargo, creo que lo que he descubierto tras esta clase que hablaba de la moral y de felicidad fue que cada cual vive la felicidad a su manera, bajo sus convicciones, bajo sus motivaciones intrínsecas, es decir; como aquella conducta que se lleva de manera frecuente sin ningún tipo de exigencia externa, es todo lo inherente a nuestra persona, tal vez sería una opción para lanzarnos en el proyecto de alcanzar la felicidad día a día, como una misión y una visión que no ha de cambiarse porque se halla enmarcada tras la identidad de lo se persigue internamente pues la motivación intrínseca se encarga de darle importancia a las necesidades, gustos, aptitudes y metas de nosotros como seres humanos, por ello considero que vale decir que no hay una definición universal de felicidad, aunque sí hay gente más o menos proclive a ser feliz.
Ahora por otro lado, considero que la felicidad no se puede imponer, cada uno de los que nos hallábamos allí en aquella clase estaba interesado en salir airoso en su exposición y estaba delineando sus conceptos  desde un aspecto diferente de su vida, debido a que cada uno es diferente, y al tener  las propias necesidades, miedos, pasiones… etc… es seguro que se puede acordar que es algo simplista pretender que haya una única definición universal de cómo gobernar nuestras vidas para alcanzar la felicidad.
Diferentes revisiones empíricas sobre el tema han mostrado que las personas felices son más sanas física y psicológicamente, afrontan mejor el estrés e, incluso, viven más tiempo. En el ámbito social, las personas felices tienen más amigos, están más satisfechos con sus relaciones sociales, son más cooperativos y están dispuestos a ayudar a otras personas, y además tienen menos probabilidades de divorciarse.
Todo esto es lo que considero que  se halla amparado por una reflexión ética,  que conlleva a esa idea de felicidad  indiscutiblemente no como un análisis de emoción subyacente o como sinónimo de estar alegre, sino como una actitud vital de cada persona, como un estado ideal propio de cada quien en su interioridad cultural y espiritualidad ética.  y debí exponer acerca de la moral, luego salí del salón de clase con rumbo al Carmen de Chucuri, con una pregunta en mi mente: redactar “una propuesta ética para que el ser humano camine hacia la felicidad”. Al llegar a mi hogar rondaba por todas partes este interrogante, debí entonces sentarme a reflexionar hasta que luego de cuatro días he vuelto a mi vida normal y durante este tiempo apenas he tenido un momento para pensar tranquilamente sobre lo que viví en ese fin de semana, en especial cuando exponía apoyada de una serie de diapositivas que tiempo atrás habíamos debatido y organizado.     
 Voy a tratar de explicarlo un poco más porque quedaría demasiado simple. En aquella clase considere y pude comprobar que hay gente genuinamente feliz, algunos extremadamente felices e incluso hasta incómodamente felices.  El placer no estaba allí o tal vez  se hallaba escondido y no lo percibí, tal vez estaba atareado acaparando a la amígdala queriéndola arrastrar desde su neurobarca que sutilmente mostraba una pancarta que decía “¿Hacia la felicidad…Juaa Juaaaa !!!.   Pero la envidia paso en su neurobarca  y como siempre solo grito esas palabras a los  cuatro vientos: “No se puede ser tan feliz siempre, creerlo puede ser solo una pose de figurín”.  Sin embargo, creo que lo que he descubierto tras esta clase que hablaba de la moral y de felicidad fue que cada cual vive la felicidad a su manera, bajo sus convicciones, bajo sus motivaciones intrínsecas, es decir; como aquella conducta que se lleva de manera frecuente sin ningún tipo de exigencia externa, es todo lo inherente a nuestra persona, tal vez sería una opción para lanzarnos en el proyecto de alcanzar la felicidad día a día, como una misión y una visión que no ha de cambiarse porque se halla enmarcada tras la identidad de lo se persigue internamente pues la motivación intrínseca se encarga de darle importancia a las necesidades, gustos, aptitudes y metas de nosotros como seres humanos, por ello considero que vale decir que no hay una definición universal de felicidad, aunque sí hay gente más o menos proclive a ser feliz.
Ahora por otro lado, considero que la felicidad no se puede imponer, cada uno de los que nos hallábamos allí en aquella clase estaba interesado en salir airoso en su exposición y estaba delineando sus conceptos  desde un aspecto diferente de su vida, debido a que cada uno es diferente, y al tener  las propias necesidades, miedos, pasiones… etc… es seguro que se puede acordar que es algo simplista pretender que haya una única definición universal de cómo gobernar nuestras vidas para alcanzar la felicidad.
Diferentes revisiones empíricas sobre el tema han mostrado que las personas felices son más sanas física y psicológicamente, afrontan mejor el estrés e, incluso, viven más tiempo. En el ámbito social, las personas felices tienen más amigos, están más satisfechos con sus relaciones sociales, son más cooperativos y están dispuestos a ayudar a otras personas, y además tienen menos probabilidades de divorciarse.

Todo esto es lo que considero que  se halla amparado por una reflexión ética,  que conlleva a esa idea de felicidad  indiscutiblemente no como un análisis de emoción subyacente o como sinónimo de estar alegre, sino como una actitud vital de cada persona, como un estado ideal propio de cada quien en su interioridad cultural y espiritualidad ética. 

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